200. Blowing into the correct pipe


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Here you have a full chapter from my book on TEFL: would it be any aid for you. Ciao!

30. Alegría y buen humor... en la tutoría personal



Muéstrate cercano y sonriente al empezar la tutoría o preceptuación con un alumno. Pregúntale qué tal, aunque de ordinario esta pregunta no sirve de mucho. Pero ven que intentas ayudarle. Cuando le preguntes por aspectos concretos de sus estudios, escúchale con atención y sinceridad. Nunca muestres escándalo por lo que te cuente, sea lo que sea. Eso sí, ayúdale. Te voy a contar varios aspectos que facilitan la tutoría. Al menos a mí me van bien, y algunos de ellos te pueden ayudar o hacer pensar.



Primero trátale con suma delicadeza. Que no es untuosidad. Escucha lo que te cuente, aunque a ti te parezca una tontería o algo sin importancia. Para él eso es muy importante. Retendrás mejor los datos y lo que te cuente no tanto por buena memoria, sino porque le escuchas con cariño. No tengas miedo a esta palabra. Cariño con naturalidad, sin ninguna cosa especial. Al querer al alumno le vas conociendo y así le puedes ayudar. El joven se deja educar por quien sabe le quiere[1].



Lo normal es que ellos de por sí no te cuenten nada en la tutoría: hay que saber preguntar, preguntar con la mayor delicadeza. Si algún alumno quisiera contarte algo ya te habría buscado e intentado quedar para hablar. Pregúntale por sus cosas, y atiende a lo que te diga. Tanto del equipo de fútbol sala en el que juega como del estudio y otras mil cosas.



Cuando te cuente algo que le preocupa o algo que le va mal, a veces sirve parafrasear lo que te ha dicho: así él ve que le estás escuchando. No hace falta ninguna actitud o forma particular de hacer la tutoría: sobre todo amor. Amor que Aristóteles decía que es amor de benevolencia (bene-volens): querer el bien para el otro.



Y alégrate con la cosas que a él le alegren. Y alábale discretamente las cosas que le van bien, que hace bien. Para que se estimule a seguir haciéndolas. Y ponte serio y circunspecto con lo que le hace llorar. Los psicólogos que acuden a los familiares de víctimas de accidentes o atentados terroristas (¡ay Dios mío!) no saben nada especial para consolar, no tienen un remedio mágico. Escuchan. Les dejan a un familiar que llore sobre su hombro. Les acompañan. Les hacen las gestiones para encontrar los restos y el papeleo. Lloran también. En fin, servirles, estar allí. Estar allí para lo que sea. Te aseguro que escribo estas líneas con emoción. Puede ser porque hace tres días tuvimos un terrible siniestro en Barajas. Y nuestro 11M.



***



Tú, con tu discernimiento, con tu psicología[2] , pregúntale sobre aquello que sabes que le pincha, que le preocupa. Quizá algo que le angustia. Facilítale la sinceridad. El profesor no se limita a enseñar historia, sino que su primera misión es educar, formar. Educar respetando la libertad del alumno y su manera de ser.



A la tutoría hay que ir, por tanto, a ayudar, a servir, a atender, a escuchar. Cuando le has preguntado y él te ha respondido, por ejemplo contándote que alguna asignatura o algunas le van mal, viene el momento de buscar la solución. Aquí existen dos posibilidades, unas veces utilizarás una y otras veces la otra. Primero: él, aunque no lo manifieste, necesita de las personas mayores –en primer lugar sus padres, después tú- que le muestren la dirección, el criterio a seguir, la norma de conducta más sensata, una orientación del tutor más general, si lo prefieres[3]. Segundo: no obstante, muchas veces pregúntale qué solución posible ve él. Primero qué piensa, cómo ve esos fracasos en Biología. Aunque la respuesta sea obvia. Hazle pensar. Que se saque él las castañas del fuego. Que vaya haciéndose con las riendas de su vida.



Antes aún de buscar soluciones: pregúntale si le gustaría, mejor, si quiere de verdad mejorar. Pero de verdad. Aunque la respuesta será que sí, claro, dile que es la buena manera de empezar a mejorar. Si sigue queriendo, mejorará. Díselo. Y que después concrete, y luche por mantenerse en el sí, hasta que constituya un hábito operativo bueno, que eso es la virtud. Ayúdale en tutorías sucesivas, tocando ese aspecto.



Si recuerdas lo dicho en el número anterior, sobre la alegría y la afabilidad, te ayudará y te pondrá en bandeja el consejo de la entrevista personal. Sé tú coherente con lo que predicas, que te vean luchar cada día por ser mejor. Así sí.



Había un chico que a la persona que más quería o apreciaba en el mundo era... el portero de su bloque. A sus padres, muy ocupados los dos, muy ocupados pero muy despreocupados por la educación de su hijo prácticamente solo les preocupaban las notas, que no cayera en la droga, y que no les diera mucha guerra; se limitaban a cruzar unas pocas palabras con él al día. Sin embargo, qué pasaba con el portero. Escuchaba al chaval, le saludaba con educación y hasta con cariño, le preguntaba, el chico le contaba sus cosas y el portero sonreía y le daba consejos muy de sentido común. Se llevaban bien, se conocían el uno al otro.



Reíos juntos en la tutoría. O al menos sonríe, sonríe tú. Mírale a la cara cuando habléis. Párate a pensar un momentito, si es necesario, si no se te ocurre una solución en ese momento. Él agradece que se le tome en serio. Y cuando hables con sus padres, enséñales, insísteles en dialogar tranquilamente con su hijo.



Ábrele horizontes, en el estudio y en su vida en general. En lo material y en lo transcendente. Respetando exquisitamente su libertad. Entérate bien cómo trabaja la asignatura de inglés, en el día a día y ante los exámenes, qué hace exactamente. Dile trucos. Ponle metas. Mejor que sean metas a corto plazo, asequibles, atractivas. Que le hagan dar pasos hacia la soltura en inglés. También metas o sueños a largo plazo: que adquiera soltura en hablar en inglés casi como un nativo, o como aquel profesor que conocéis. Lógicamente ayúdale en las demás asignaturas.



No te limites a hablar de los estudios. Pregúntale cómo se encuentra en clase, en las clases de otras asignaturas, si está a gusto. Conócele lo mejor que puedas, con el tiempo. Y sus circunstancias: sus padres, hermanos, cómo emplea las tardes, el fin de semana, amistades, sobre la Play[4], o la Wii, o la X-Box, cómo quiere a sus padres, cómo se lleva con su hermana pequeña, ilusiones, planes para el futuro, la novia (con suma delicadeza y si él te dice algo, o hay confianza y sabes que Verónica le hace tilín).



Buena cosa sería preguntarle qué recuerda de la conversación anterior, para que vaya haciendo suyo el consejo que le diste. Unas veces se acuerdan, pero a mí me pasa que no suelen acordarse. Seguiremos preguntando.



Sobre todo a los más jovencitos no les canses, no hagas la preceptuación demasiado larga. Y siempre, ponte a su altura, a la altura de su madurez.



Cree lo que te cuenta. Aunque después descubras que no era así. Es preferible, muy preferible darle confianza. Ya reaccionará al ver que te ha engañado, abusando de tu confianza.



La confianza en ti no se impone, se gana día a día.










[1] Cardona. Ver bibliografía, la parte de educación, no de estrategias.



[2] Si utilizo la palabra psicología no me refiere evidentemente a la ciencia y a la práctica de psicólogos y psiquiatras. El profesor puede no haber estudiado y practicado esta ciencia. Me refiero aquí al conocimiento e intuición de lo que le sucede a un chico al hablar con él y mirarle a la cara. Que me perdonen los médicos y los psicólogos. Esto lo da la experiencia, cierta técnica, el estudio de manuales, y sobre todo el cariño, que sabe ver estados de ánimo de una persona. Para la tutoría que practicamos este intuir es clave. De toda maneras, muchas veces he tenido que aconsejar a los padres que lleven al chico a un especialista, quizá presente en el centro académico. He tenido que sugerir esto a los padres porque percibía alguna deficiencia en la conducta o el aprendizaje, que el preceptor solo no puede arreglar. Sin embargo, determinadas anomalías sí pueden ser solucionadas por el tutor.



[3] Digo orientación general porque no se trata de fabricar robots, todos iguales, y que ejecutan según un manual de instrucciones.



[4] Play Station™, o en alguna de las versiones, como la PSP, etc. Quizá en el momento de la publicación de este manual estén de moda otros videojuegos.

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